Los
autores de un estudio realizado en España llegan a la conclusión de que el
consumo de alimentos fritos con aceite de oliva y de girasol no se asocia con
la enfermedad coronaria.
El
estudio, en el que participaron 40.757 adultos sanos de 29 a 69 años, recogía
las costumbres culinarias durante 11 años de todos los participantes.
En este estudio las personas consumían de media 138g diarios de comida frita, usando para ello 14g de aceite para freír. Los autores observaron que las personas que comían más fritos eran las más jóvenes y que no había diferencia entre usar aceite de oliva o de girasol, pero el más usado por las personas era el aceite de oliva.
En este estudio las personas consumían de media 138g diarios de comida frita, usando para ello 14g de aceite para freír. Los autores observaron que las personas que comían más fritos eran las más jóvenes y que no había diferencia entre usar aceite de oliva o de girasol, pero el más usado por las personas era el aceite de oliva.
Los
alimentos más consumidos fueron pescado (24%), carne (22%), patata (21%) y
huevo (11%). Las personas del estudio
llevaban una dieta normocalórica, en la que consumían diariamente verdura y
fruta.
Además,
en el estudio no se observó asociación entre el tipo de alimento frito y la
enfermedad coronaria.
Aun
así, en el estudio hay mucha controversia, ya que existen muchos condicionantes
y limitaciones que no permiten una conclusión clara y que los mismos autores
admiten.
De este
modo, los autores creen que los entrevistados podrían haber mentido reduciendo
el consumo de fritos, al considerar que estos son malos para la salud. Otro
inconveniente es que no podían saber el tipo de fritura, si era salteado, bien
sumergido en aceite... ni la cantidad de aceite que quedaba en el alimento
frito.
Tampoco se sabía si los aceite eran reusados ni la temperatura de las frituras, cosa que condiciona mucho la calidad del aceite, aumentando o reduciendo el efecto protector del corazón.
El mejor aceite para una fritura es el aceite de oliva, porque soporta temperaturas más altas de cocción que otros aceites, llegando hasta los 210ºC.
Un
punto a favor de las conclusiones de los autores, es que los alimentos que se
consumieron fritos no eran "fast food", es decir, las personas del
estudio consumían alimentos típicos de la dieta mediterránea, que en general
son beneficiosos para las enfermedades coronarias. Los autores pudieron
comprobar que los "snacks" fritos con alto contenido en sal son mucho
menos consumidos en España que en otros países.
Los
autores acaban diciendo que este estudio es solo aplicable en países con dieta
mediterránea, porque tienen la costumbre de utilizar el mismo tipo de aceite
para la cocción y los mismos alimentos fritos.
Por
este motivo podemos llegar a la conclusión que el hecho de consumir alimentos
fritos puede ser más o menos favorable para nuestra salud dependiendo de varias
condiciones: el tipo de alimento consumido, ya que hay alimentos que son más
cardioprotectores que otros, no es lo mismo consumir unas verduras o pescado
frito a consumir hamburguesas de cadenas de restauración "fast food".
Otra condición es el tipo de aceite, siendo los más beneficiosos para el
corazón el aceite de oliva y girasol por su perfil de ácidos grasos y los menos
indicados todas las grasas de origen animal.
Otra condición es la cocción, ya que dependen varios factores a la calidad final del alimento, como puede ser las veces que se usa un mismo aceite (se recomienda que no mas de 3-4 veces) o a la temperatura a la que se fríe el alimento.
Otra condición es la cocción, ya que dependen varios factores a la calidad final del alimento, como puede ser las veces que se usa un mismo aceite (se recomienda que no mas de 3-4 veces) o a la temperatura a la que se fríe el alimento.
Para
disfrutar de nuestra alimentación debemos comer lo más variado posible, esto
incluye también alimentos fritos, en menor proporción que otras cocciones
(alrededor de 2 veces a la semana) y con una combinación de alimentos lo más
sana y saludable posible, ya que se ha visto, que con un consumo razonable no
es perjudicial para la salud.
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